sábado, 28 de marzo de 2020

Garabatos - Marisol^.


GARABATOS

Allí estaba sentada,
allí como siempre si la buscabas,
en su rincón favorito,
en lo alto de la colina,
sobre el verde prado sentada,
y mirando a su mar hipnotizada.

Allí estaba ora sentada, ora tumbada,
disfrutando de los rayos de sol, 
que sus cabellos doraban,
y su fina piel amablemente tostaba;
tan pronto leía y releía,
los bellos versos de Bécquer,
Neruda, Benedetti, o a saber,
a quién el turno tocaba ese día.

Tan pronto su cuaderno llenaba,
de palabras del alma, de su alma,
que sin dueño estaba, al que tanto añoraba;
mirando el cuaderno quedaba,
aquéllas hojas en blanco,
de cuadrícula perfecta dibujada,
tan en blanco como su mano,
que se negaba y negaba, 
y sólo garabatos pintaba.

Se volvía a tumbar, esta vez con su música
al oído, con su cuaderno abierto,
que las hojas volaba el viento,
al igual que las de su libro al revés vuelto;
robaba un rayo al sol, una ola al mar,
y cuándo menos lo esperaba,
en el cuaderno hojas y hojas llenaba,
de aquel su sentir, de aquel sin sentido,
que le ocupaba el alma, que le atravesaba el cuerpo.

Horas y horas, así la podías ver,
sin poder adivinar su pensar,
que iba y venía como las olas del mar,
que tan pronto embestía cuál bestia furiosa,
como sosegada quedaba en el latir de su corazón.

De repente y por sorpresa, su cuaderno cerraba,
mirando al mar, se quedaba,
a su música volumen le daba,
aspiraba hondo y profundo, para llenarse toda,
del olor y sabor de su mar,
muy despacito se levantaba,
y a paso lento, muy lento siempre caminaba.

Allí podías volver al día siguiente,
que seguro la encontrabas,
allí mirando al horizonte,
era dónde a solas se desahogaba.

©Marisol^ 2.010

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